1. Las palomas mensajeras en la historia de las
comunicaciones. Los orígenes de las distintas formas de acción empleadas por los seres
humanos prehistóricos para lograr entenderse a través de las largas distancias,
han quedado sepultadas en las profundidades abisales de los tiempos. Todo
cuanto podamos decir acerca de esa etapa de la civilización humana, no pasará
de ser sino un rimero de conjeturas más o menos plausibles. Pero si buceamos en
la Historia Antigua, encontraremos allí el origen de muchos de los medios que
hoy utilizamos. En las medianas y largas distancias, los sonidos y los gestos
tienen que haber sido los medios de comunicación preferidos por nuestros
antepasados remotos. La comunicación entre personas situadas a distancias tales
que excedían las posibilidades propias de la visión y también el alcance normal
del oído, determinó seguramente que se debiera recurrir a los ademanes
ostentosos y a los gritos estentóreos y, más allá del alcance de éstos, a
señales de distintos tipos, como el movimiento de los brazos, que los
destinatarios sabían interpretar debidamente. A su debido tiempo, aparecieron
formas mucho más avanzadas de intercomunicación y así, paso a paso, llegamos
hoy a disponer de medios increíblemente tecnificados. ¿En qué punto del perfeccionamiento
incontenible de los medios de comunicación apareció el servicio de mensajería a
cargo de palomas? Vamos a tratar de establecerlo sirviéndonos de las
referencias que tenemos del empleo de los diferentes medios en la Historia de
las telecomunicaciones. Las comunicaciones boca a boca. La forma más
efectiva y rápida de transmitir tanto de las buenas nuevas como de los
infortunios, fue la llamada de esa manera. Jenofonte de Atenas (c. 430-354
a.C.) refiriéndose a la batalla de Egospótamos (405 a.C.), en la que la flota
de los atenienses fue derrotada en los Dardanelos por la de los Peloponenses,
nos legó a este respecto la siguiente información: “En Atenas, el desastre
fue anunciado por la llegada del Paralus (este velero y el
Salamina, los navíos más rápidos de la armada ateniense, eran utilizados para
llevar mensajes), y un lamento se extendió por el Pireo, a través de los largos muros
hasta la ciudad, donde las noticias pasaron de boca en boca. Esa noche nadie
durmió.” Las comunicaciones denominadas de esta gráfica manera, fueron
utilizadas en algunos países hasta épocas relativamente no tan alejadas de la
nuestra. En Francia, por ejemplo, estuvieron tan bien organizadas que
permitieron hacer conocer rápidamente, en distintos lugares del país, la toma y
destrucción de Orleáns por parte de César, hecho ocurrido en el año 55 a. C.
Recurriendo al mismo procedimiento, se tuvo prontamente noticias de la masacre
experimentada por el ejército de Publio
Quintilio Varo, gobernador de la
provincia de Germania
Magna, que entonces se
extendía hasta el Elba. La batalla tuvo lugar en zona
montañosa, cerca de la ciudad alemana de Osnabrück, en la Baja Sajonia, en el otoño del año 9 d. C. Chocaron allí los romanos con una alianza de pueblos
germanos encabezada por Arminio. Éste, mediante engaños, llevó a los romanos al bosque
de Teutoburgo, una zona ideal para
emboscarlos, en el que estaban esperándolos sus hombres. Varo, que dirigía tres
legiones romanas (las XVII, XVIII y XIX), seis cohortes
auxiliares y tres alas de caballería, cayó en el engaño y sufrió una catastrófica derrota, que epilogó con su suicidio. La noticia fue
conocida en Auvergne, situada a 200 kilómetros de allí, en algo más de una
docena de horas de haber acontecido. Las señales sonoras. Buscando
superar las limitaciones propias de este primitivo sistema de comunicación,
algunos pueblos descubrieron que podían comunicarse mejor a mayores distancias
si utilizaban instrumentos de viento como, por ejemplo, una caracola o un
cuerno, previamente acondicionados para emitir sonidos, o si golpeaban
rítmicamente sobre una caja de resonancia, al estilo de las tribus Tang de
Camerún (África) o de los salvajes de Nueva Guinea. En este caso, con ayuda del
fuego, ahuecaban troncos de árboles hasta volverlos aptos para emitir sonidos
graves y agudos, y transmitían a través de ellos mensajes perfectamente
circunstanciados sobre acontecimientos de muy variada índole. Los antiguos
chinos se servían de un plato metálico especialmente fabricado para transmitir
información audible, golpeándolo con un martillo. Las señales de fuego o
humo. Este tipo de comunicación, retransmitida muchas veces en cadena, fue
empleado en la antigüedad muy frecuentemente y durante largo tiempo; de hecho,
se siguió empleando en determinados países hasta el siglo XVII. En los tiempos
bíblicos, las tribus de Israel utilizaron también el fuego para efectuar
comunicaciones a grandes distancias, ya sea en forma de fogatas o de humaredas.
Los antiguos griegos se sirvieron asimismo de este tipo de señales, montando a
tales efectos pequeñas torres en la cima de colinas y montañas, formando de
esta manera una red de comunicaciones sumamente veloz. Se dice que de esta
manera comunicó Agamenón, rey de Micenas, a Menelao, rey de Esparta, la toma de
Troya o Ilión, antigua ciudad de Asia Menor que estaba emplazada sobre la
colina rocosa de Hissarlik, en el valle de Escamandro, situado Anatolia,
Turquía. (Como veremos mucho más adelante, una pequeña paloma procedente de la
península de Anatolia fue utilizada como mensajera en Europa y también para
crear la paloma de carrera belga.) Fue este método, denominado “Enlace de
Agamenón”, el que permitió -según nos cuenta el dramaturgo griego Esquilo (525
a. C. a 456 a.C.) -, que el mensaje de la captura, saqueo e incendio de
dicha ciudad (siglo XII a.C.) llegase a Argos (una de las ciudades más antiguas
de Grecia situada al noreste del Peloponeso y cuna de muchos personajes y héroes que participaron en la Guerra de Troya) al cabo de unas pocas horas, cubriendo los 400 km lineales que
mediaban entre ellas, en un tiempo extraordinariamente breve para la época.
Probablemente la noticia se transmitió a través de una cadena de hogueras desde
Troya a Bozca (23 km), desde allí a Lesbos (64 Km); de Lesbos a Skíros (124
Km), el tramo más difícil de todos debido a la presencia del mar; de Skíros a
Pírgos (51 Km), desde allí al Monte Galatsadhes (70 Km), de éste a Písia (50
Km) y desde este último punto a Argos (47 Km.). Por su parte, Herodoto, en su
relato de la batalla de las Termópilas (480 a.C.), hace mención al uso de la
luz por parte de los griegos en sus comunicaciones militares. (En este
desfiladero murieron heroicamente el rey espartano Leónidas I y 1.400 de sus
hombres en manos de las fuerzas de Jerjes I, cuando un tesalio desertor,
Esfialtes, los traicionó, guiando a los enemigos a través de un paso oculto que
había por encima de la montaña, permitiendo que los persas los atacaran por la
retaguardia.) Durante el transcurso del siglo V, los griegos Cleoxenos y
Democlitos inventaron una telegrafía por antorchas muy bien elaborada pero
cuyos resultados prácticos, como podrá verse seguidamente, eran en grado sumo
engorrosos. Cada estación contaba con un cuadro que contenía el alfabeto
griego, ordenado en cinco cuadrados de ancho por otros tantos de alto y que se
leía de izquierda a derecha. Al frente de la estación se alzaba un parapeto
donde se encendían antorchas que, conforme a su número y disposición, indicaban
cuál era la letra de la cuadrícula que iban representando sucesivamente. Según el historiador
griego Polibio (h.200-h.125 a. C.), fue Cleomenes, rey de Esparta, quien
combinó sagazmente los signos luminosos para que conformaran un código
comunicacional. Se dispone de un bajorrelieve, procedente de una colonia
trajana, que muestra una torre romana efectuando señales ígneas. Con
anterioridad al advenimiento de la era cristiana y desde diversos puntos de las
Grandes murallas, los chinos emplearon un sistema lumínico para comunicar los
movimientos de las hordas tártaras. Las luces de que se valían, que los historiadores
señalan que eran muy brillantes, contaban con una ingeniosa protección que
impedía que pudiesen ser apagadas por la lluvia o el viento. No sabemos,
empero, cuándo se empezaron a utilizar allí estas señales ni cuándo dejaron de
usarse, pero sí que el territorio chino sufrió un serio intento de invasión por parte de los
tártaros en el año 383, y que fueron rechazados por el ejército Tsin. (La
Gran Muralla fue construida y reconstruida durante las sucesivas dinastías
imperiales, entre los siglos
V a. C. y el XVI d.C., para proteger la frontera norte de los ataques de los nómadas xiongnu de Mongolia y Manchuria.) Los destellos intermitentes, generados con elementos reflectantes,
fueron empleados en distintas épocas en las telecomunicaciones humanas. Se
sabe, por ejemplo, que en tiempos del cartaginés Aníbal (h. 247-83 a. C.), el
ejército bajo su mando contaba con un cuerpo de señaleros que utilizaba este
sistema semafórico. Cuando nos toque hablar acerca de las palomas mensajeras
europeas, veremos que la irrupción del ejército de este general en Italia fue
comunicada a los romanos a través de unas palomas desde Mutina (antiguo nombre
de Módena). A propósito de las estaciones retransmisoras de señales ígneas, los
historiadores recogieron la sorprendente información de que los cartagineses
lograron comunicar Tunicia (África) con Sicilia sirviéndose de este medio.
Instalaron a dichos efectos una estación retransmisora en la pequeña ínsula de
Pantellaria (156,77 Km. aéreos), desde donde se podían comunicar con,
probablemente, Agrigento (155 Km). Siguiendo este ejemplo, los romanos
adoptaron el uso de estaciones retransmisoras y lo extendieron a lo largo de
todo su imperio. Así fue que contaron con un admirable anillado comunicacional,
en extremo extenso, que partiendo de Roma seguía por Italia, la Galia y España;
cruzaba por Gibraltar, recorría la costa africana hasta Egipto, se dirigía
desde allí hasta la región del Tigris y el Eúfrates y regresaba a Roma por el
valle del Danubio. De estas torres de comunicaciones romanas, existen en
Francia numerosas ruinas (en Cinq-Mars, Uzès, Bellegarde, Nimes, etc.) Algunos
escritores colombófilos confundieron infundadamente esta red con una servida
por palomas. En lo que respecta al trámite de las comunicaciones en las guerras
Médicas (499 a 449 a.C.), Heródoto ha dejado el testimonio de que, mediando
determinadas circunstancias, las señales luminosas aún se seguían empleando en
la época en que ellas tuvieron lugar. Narrando el desplazamiento a marchas
forzadas del ejército persa comandado por Mardonio, ávido de tomar por segunda
vez a Atenas, cuenta que, cuando llegó a Beocia, los tebanos trataron de
retenerlo, proponiéndole que sentara allí sus reales y procurara someter a
Grecia toda sin librar batalla alguna. El plan de los tebanos consistía en
sobornar con dinero a los ciudadanos más influyentes, procedimiento que era muy
frecuente por aquellos tiempos, especialmente entre los espartanos, sembrando
así la discordia, para luego, con la ayuda de sus partidarios, reducir sin
mayores problemas a sus enemigos. Mardonio no les prestó oídos, dice Heródoto,
“... porque en su corazón había anidado un irresistible deseo de tomar por
segunda vez Atenas, motivado en parte, por una estúpida arrogancia y, en parte,
porque mediante señales transmitidas, de isla en isla, con hogueras, tenía
pensado comunicarle al monarca, a la sazón en Sardes, que se había apoderado de
Atenas.” La necesidad de tener que utilizar este antiquísimo medio de
comunicación a distancia, estaba plenamente justificada en aquellas especiales
circunstancias debido a que los persas no controlaban las islas del Egeo que
quedaban al oeste de Delos, así que Mardonio no tenía más remedio que intentar
la eventual transmisión de esa importante noticia a través de una ruta
continental, que, pasando por Citerón, Eubea, Pelión, y Atos, llegara hasta
Lemnos. Conforme vimos, Esquilo (525-546 a. C.), el dramaturgo griego iniciador
del género dramático, que combatió en Maratón y Salamina, hace también
referencia al uso de hogueras en ocasión de ser comunicada la toma de Troya. El
uso de ellas como medio de comunicación, habría de perdurar hasta cuando menos
el siglo XVI de nuestra era. Por ese medio precisamente se dio aviso a Londres,
desde Plymouth, en 1588, de la inquietante presencia de la Armada Invencible
española frente a sus costas. El mensaje recorrió los 308,46 kilómetros aéreos
(382,12 por carretera) que hay entre dicha ciudad (situada en el condado de
Devon, en Cornualles, a orillas del canal de la Mancha), y Londres, la capital
del Reino Unido (situada al sudeste de Inglaterra junto al estuario del
Támesis), en tan solo veinte minutos. Las hogueras estaban separadas unas de
otras por unos doce kilómetros y fueron emplazas en colinas y torres de
iglesias. (En la próxima nota me referiré a los correos pedestres.
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