5-1 Las palomas mensajeras en
la historia de las comunicaciones
Continuando con nuestro comentario sobre las palomas
mensajeras que no eran tales, recordemos que tratando de establecer la
antigüedad que tendría el uso de las columbiformes como transportadoras de noticias,
en la Introducción a su libro Colombofilia (1894), Castelló y
Carreras decía en la página 4: “...sábese también, y por indicaciones del
escritor latino Lepsius, que ya la V dinastía egipcia la utilizaba,
...” El error de suponer mensajeras a las palomas domésticas mencionadas
por Darwin en uno de los apartados de El origen de las especies por la
selección natural, se debería, en nuestra opinión, al resultado de una
lectura muy superficial que algún escritor colombófilo (ignoramos quién podría
haber sido) había hecho del mencionado capítulo, y a la circunstancia de que el
sabio inglés menciona allí, en dos oportunidades, para ejemplificar las
diferencias increíbles que se dan entre algunas de las razas descendientes de
la Columba livia, a la mensajera inglesa del siglo XIX, que era una
descendiente mestiza del Carrier del Este o persa. Lo que en realidad Darwin
expresaba allí, es que tenía la completa seguridad de que todas las razas
domésticas del género Columba descendían de la Columba livia, con sus
subespecies geográficas. Y para explicar el por qué de ese convencimiento,
manifestaba (por boca de uno de los que tradujeron su obra al idioma de
Cervantes): “A favor de esta opinión puedo añadir: en primer lugar, que la
Columba livia silvestre se ha visto que es capaz de domesticación en Europa y
en la India, y que coincide en costumbres y en un gran número de caracteres de
estructura con todas las razas domésticas; segundo, que, aunque una mensajera
inglesa y una volteadora de cara corta difieren inmensamente en ciertos
caracteres de la paloma silvestre, sin embargo, acompañando las diversas
subrazas de estas dos razas, especialmente las traídas de regiones distantes,
podemos formar entre ellas y la paloma silvestre una serie casi perfecta;
tercero, que aquellos caracteres que son principalmente distintivos de cada
casta son en cada una eminentemente variables, por ejemplo: las ceras y la
longitud del pico de la mensajera inglesa, lo corto de éste en la volteadora de
cara corta y el número de plumas de la cola en la colipavo, y la explicación de
este hecho será clara cuando tratemos de la selección; cuarto, las palomas
han sido observadas y atendidas con el mayor cuidado y estimadas por muchos
pueblos. Han estado domesticadas durante miles de años en diferentes regiones
del mundo; el primer testimonio conocido de palomas pertenece a la quinta
dinastía egipcia, próximamente tres mil años antes de Jesucristo, y me fue
señalado por el profesor Lepsius; pero Birch me informa que las palomas
aparecen en una lista de manjares de la dinastía anterior. Como esta
traducción no ha resultado evidentemente lo suficientemente clara, porque ha
dado lugar a la confusión de los que quisieron ver retratadas allí a las
palomas mensajeras más añejas, vamos a transcribir a continuación una
ligeramente distinta y menos ambigua, en la que se podrá notar claramente cómo
fue que se introdujo en la historia de las palomas mensajeras que todos más o
menos conocemos, el yerro conceptual antes señalado. Tendremos asimismo la
oportunidad de comprobar en vivo y en directo, cuán importante resulta para los
destinatarios de una traslación al castellano de cualquier obra extranjera, que
los traductores reproduzcan fielmente lo que sus autores exponen en ellas. No
sólo deben reproducir exactamente lo que el escritor expresa ahí, sino, además,
lo que en realidad quería decir, por lo que no se pueden limitar a consignar
literalmente lo que ellos podrían quizá haber dicho. Cuando no se domina una
cuestión determinada, como sucede claramente en este caso en particular, se
vuelve imperativo consultar la esclarecida opinión de los especialistas. Mucho
hubiesen ganado aquellos a los que nos estamos refiriendo aquí, si hubiesen
hablado acerca de este asunto con algunos entendidos en la materia. Veamos,
pues, cómo tradujo este parlamento del original inglés M. –J. Barroso-Monzón,
cuya versión nos parece mucho mejor que la precedente: “En apoyo de esta
opinión he de añadir: en primer lugar, que la citada Columba livia, o paloma
de las rocas, ha llegado a ser domesticada en Europa y en India, y que
conviene en costumbres y en gran número de detalles de conformación con todas
las razas domésticas; en segundo lugar, aunque la mensajera inglesa o la
volteadora caricorta difieran inmensamente en determinados caracteres de la
paloma de las rocas, comparando las diversas subrazas de estas variedades, muy
especialmente las importadas de países lejanos, podemos formar una serie casi
completa entre los extremos de estructura; en tercer lugar, las
particularidades que son distintivas de cada raza, verbigracia la excrecencia
carnosa bajo el pico y la longitud de éste en la mensajera inglesa, lo corto de
ese pico en el pichón volteador, el número de plumas caudales en la
paloma de cola de abanico, son en cada raza extraordinariamente variables, lo
cual resultará claro cuando tratemos la selección; y, en cuarto lugar, la
paloma ha sido estudiada y cuidada con la mayor atención por mucha gente: está
domesticada en diversas partes del mundo desde hace decenas de siglos; tanto,
que, según me ha informado el profesor Lepsius, ya se hablaba de estos animales
en la quinta dinastía egipcia, tres mil años antes de Jesucristo, aunque Mr.
Birch me comunica que en la dinastía anterior figuraron los pichones como plato
de una comida dada por el soberano;[...]” Tres son los yerros
conceptuales que advertimos aquí, aunque ninguno hace al fondo de la cuestión
que estamos considerando. Uno de ellos consiste en que habla de la excrecencia
carnosa de esas palomas, cuando debería haber dicho "de la cera que tiene
la inglesa por debajo del pico" (y que en realidad se
encuentra situada sobre él o mejor explicado aún, rodeando la base del
mismo). El otro consiste en traducir pigeon (paloma en inglés) por pichón.
Debió señalar por ende “lo corto de ese pico en la paloma volteadora”,
porque Darwin estaba haciendo referencia a la paloma como especie y no a los
hijuelos o pichones de estas aves. Del mismo modo tendría que haber consignado
el traductor: “… aunque Mr. Birch me comunica que en la dinastía anterior
figuraron las palomas como plato de una comida dada por el soberano”.
La otra cuestión es que tanto Castelló como quienes se equivocaron feamente en
esto, citan al primero de sus informantes como “el escritor latino Lepsius” y
no mencionan para nada al señor Birch, cosa que podría haberlos ayudado a
interpretar mejor el asunto. Tratamos pues de averiguar quiénes podrían
haber sido estas dos personas y como a la sazón no conocíamos ni la computadora
ni la Web, debimos recurrir a una enciclopedia británica. En cuanto al primero
de ellos, resultó por demás evidente que debido a la grafía de su apellido,
Castelló y Carreras (o quienquiera que haya sido si no fue él el primero),
creyó hallarse ante un escritor latino, es decir, ante un habitante
de la región del Lacio o de los demás territorios que formaron parte del
imperio romano. Pero no era así. El profesor Lepsius fue un eminente
egiptólogo alemán a quien, como acabamos de ver, Darwin había
consultado para saber cuán lejos podría remontarse, con pruebas al
canto, la antigüedad de las palomas domésticas.
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